martes, 22 de marzo de 2011

Pequeños detalles que no se perciben al ojo humano.

Hace un par de días me di cuenta de lo sencilla que puede llegar a ser la mente de un niño. Basta que digas que no haga algo para que ponga todo su empeño en coseguir hacerlo. ¿Y todo esto a qué se debe?

Desde pequeños nos educan de la mejor manera posible, dándonos cariño, protección, caricias, abrazos, besos, regañandonos cuando toca, enseñándonos lo bueno y lo malo...
Pero no nos lo enseñan todo: No nos advierten sobre las decepciones, las vivimos y aprendemos de ellas. No nos previenen de los errores, nos dejan cometerlos (a veces inconscientemente) para que estos nos enseñen. Y mil cosas más, pero una de las cosas que no nos enseñan, y la más importante en mi opinión es: No nos enseñan a sonreír, APRENDEMOS POR NOSOTROS MISMOS.
Esto me dice que si nosotros mismos hemos aprendido a sonreír, no necesitamos a nadie para poder hacerlo a lo largo de nuestra vida. Hemos aprendido nosotros solos, las personas van y vienen, pero a pesar de eso tu sonrisa debe permanecer presente en todo momento.
"Ríe y el mundo reirá contigo, llora y llorarás solo."

El otro día, cuando me encontraba en la parada del autobús pude apreciar a una nena de unos 4 años junto con sus padres, había llovido, y sus padres le repetían una y otra vez que no pisara los charcos, ya que llevaba manoletinas y enseguida le entraría agua, lo que podría conllevar a la pequeña a un futuro resfriado a la semana siguiente, pero al menor despiste de los padres aprovechaba la ocasión y chafaba desde lo lejos un charco no muy grande delante de ella, mientras le salía una pequeña sonrisa de alegría. No pude evitar sonreír ante tan sencilla pero tierna situación.
Como bien he dicho, de pequeños basta que nos digan que no para que lo hagamos, y cogemos la manía de hacerlo por costumbre. Pero también es cierto que conforme crecemos, sin darnos cuenta, abandonamos esa manía y adoptamos la costumbre de nuestros padres: No chafar los charcos. ¿Por qué? ¿Por qué no seguimos pisando charcos a pesar de lo que nos digan? ¿Por qué seguimos las costumbres de todo ser humano de, en este caso, no pisar los charcos? ¿No somos seres humanos libres para hacer lo que queramos? Y lo mejor de todo, si como a esa nena nos proporcionaba un momento de felicidad pisar un charco, ¿por qué no seguimos haciéndolo ahora para proporcionarnos nuestra propia felicidad como hemos aprendido a hacer?

Yo sigo pisando charcos cuando la gente se despista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario