sábado, 4 de febrero de 2012

Pudding de arándanos

Alice aún estaba ahí, tumbada en su cama abrazada a lo último que obtuvo de él: su cojín. Seguía pensando como habían discutido sin discutir, porqué no estaban hablándose durante toda la mañana de hoy y la noche de ayer, habían dejado de hablar de repente, y él había asegurado que no quería discutir por una tontería y que no estaba enfadado. Todo era muy extraño.
No podía aguantarlo más. Cogió el móvil y en seguida le habló a Rober por whatsapp, es así como hablan día tras día a todas horas: "Seguro ke no estás enfadado? A mi tambn me gustaría ke me lo dijeras". Pero él no se conectaba, ni estaba segura de que fuera a hacerlo y a contestarle, creía que realmente estaba enfadado. Alice admitía que había tenido un comportamiento de niña pequeña, aunque no se lo hubiera dicho aun a Rober. Ella se había dado cuenta de que realmente lo echaba de menos. Otra vez.
¿Estaba volviendo a lo de hace años? ¿Volvía a quererle como le quiso hace 4 años aunque le rompiera el corazón y lo pisoteara una y otra vez? Lo del pasado ya lo perdonó, pero ¿Estaba dispuesta a repetirlo? No quería, pero eso es algo que no podemos elegir nosotros mismos, sino nuestro corazón. Nuestro frágil, débil y estúpido corazón.